Guanyadors
Els
professors, Joan Lluís Llinàs Begon (UIB); Pau Frau Burón (UIB);
Cristina Poncell Bermúdez (IES); Carmen Sierra Ferrer (IES); i Ángel
Luis del Barco del Barco (IES), es reuneixen en data 18 de març del
2016 en qualitat de jurats de la II
Olimpíada de Filosofia a les Illes Balears.
Declaren
guanyadors
de la II
Olimpíada de Filosofia a les Illes Balears
als alumnes:
1r premi: Alicia Olivares Canales (Ses Estacions)
2n premi: Francesca Abrines Llabrés (Berenguer d'Anoia)
3r premi: Elsa Pons Villalonga (Joan Ramis)
Es
concedeix un accésit (sense premi) al millor alumne d'Eivissa i
Formentera:
Accèsit: Joan Antoni Riera Escandell (Isidor Macabich)
Fotografies dels guanyadors:
Alicia Olivares
Francesca Abrines
Elsa Pons
Disertacions dels guanyadors:
Alicia Olivares
La belleza es uno de los temas más
polémicos y con más carga moral de nuestra época. Y me atrevo a
hacer tal afirmación pues es extraordinaria la fragilidad que tiene
para ser manipulada por esos seres cuyo poder habita en ellos de
manera tan necesaria, como el oxígeno que entra y sale de nuestras
vías respiratorias segundo tras segundo. Como casi siempre, el
capitalismo ha convertido algo tan puro como es la belleza, en un
objeto de consumo.
Si nos remontamos al pasado más leja d ella
humanidad como es la prehistoria, tenemos restos de arte en los
cuales vemos que el canon de belleza estaba en las mujeres de caderas
y pechos grandes, pues era signo de buena fertilidad. Y esto es lo
que se buscaba, ni más ni menos: iban a lo práctico, a sobrevivir.
¿Y los hombres?, me diréis, pues bien, aquí viene el primer dilema
moral, la polémica en estado puro: la belleza femenina es más
buscada que la masculina. En épocas prehistóricas no se buscaba
belleza alguna, sólo se quería a una buena hembra capaz de parir
buenos cachorros, y a un macho fuerte y robusto que mantenga a la
familia. Ahora... ¿qué importa eso? La supervivencia está
sobrevalorada, estamos en una época estable y llena de comodidades.
Todos con nuestros móviles, ordenadores, nuestro maquillaje y
nuestra ropa a la última moda... ¡Eso es lo que importa! ¡A la
mierda la fertilidad y la supervivencia!, aquí hay que ser lo más
de lo más, hay que ser guapos de acuerdo con el canon de belleza
establecido según la época, hay que consumir, invertir en productos
que realcen u oculten nuestros rasgos más o menos notables. ¡Eso
vende! En el momento en el que se perdió aquel sentimiento, aquella
necesidad e inseguridad fruto de una civilización primitiva, se
empezó a buscar la belleza en las cosas y en las personas. Pero esto
en sí no es tan malo, lo realmente terrible es convertir la belleza
en un objeto y en un ideal establecido, con sus normas y todo, como
si fueran las instrucciones de un mueble de Ikea, el cual quedaría
como deforme, feo y, sobre todo, inútil si no lo montas bien.
Pues igual que estos muebles venimos a ser
nosotros. La sociedad del consumo hemos crecido y hemos construido un
pensamiento de vida en el cual debemos ser preciosos y
despampanantes, para ser queridos, para ser aceptados, para ser
alguien. No os imagináis la tristeza que habita en estas frágiles
letras. La tristeza de admitir que si alcanzas o te acercas mucho al
canon de belleza tu vida social e incluso laboral o académica, será
más fácil. ¿Pero y qué hay de la vida espiritual? ¿Y por qué
tengo que plantearme esto? ¿No es la belleza, se supone, algo puro y
abstracto? Qué odioso es haberla deformado de esta manera...
Se le ha impuesto tal carga moral, que se
cree infeliz al feo y feliz al guapo, pero así, de manera
generalizada. Si luego analizamos comprobamos que dicha
generalización es tremendamente falsa., pero sí que tiene su
puntito de verdad. Muchas personas “consideradas” feas, se
martirizan y torturan porque no alcanzan ese ideal. La soledad... la
soledad es, para mí, el terrible acompañante de la belleza ¿O qué
creen que hay tras esas caras bonitas de las pantallas y anuncios? ¿O
tras esas grandes obras de arte como las pinturas o esculturas?
Soledad y tristeza, necesidad de encajar en la sociedad o de
compartir nuestras emociones y pensamientos, pues nos abruman y
ahogan en nuestro tan pequeño y solitario mundo interior.
La belleza física es la peor, la más
venenosa y letal. Somos tan ignorantes que somos capaces de juzgar
como mala persona o mal ejemplo a aquel cuyo estado físico no sea
precisamente el más formal o socialmente aceptado, y con esto me
refiero a los mendigos, sobre todo. Aquellos cuya vida desconocemos
pero a los que miramos mal por estar sucios y estar vestidos con
harapos. No nos molestamos en conocer su historia: si fue un soldado
que vino de la guerra y cayó en depresión, o si fue un magnate
ambicioso que está en el lugar que se merece. ¿Qué más da? Huele
mal, está feo y vive en la calle. ¡Qué vulgar! Sin embargo, luego
nos viene un guaperas al estilo Brad Pitt o una muñequita al estilo
Angelina Jolie, y ya pueden ser asesinos o mafiosos, que querremos
conocerlos, ¡e incluso seremos tolerantes! Seríamos capaces de
justificarlos diciendo “hay pobre, tuvo una vida difícil, o se
daba a la mala vida o no sobreviviría...” Superficiales,
hipócritas y estúpidos... Cuán repugnantes podemos llegar a ser.
Hay, de hecho, un ejemplo que quisiera mencionar: hace unos años, en
un programa de nuevos talentos, participó una mujer llamada Susan
Boyle. Esta mujer fue juzgada nada más poner un pie en el escenario,
y calificada como una vieja que viene a hacer el ridículo y que
quizás está un poco ida de la cabeza. Y todo esto por ser una mujer
madura de edad, con cierto sobrepeso y vestida de manera
desarreglada. Entonces Susan cogió el micro y cantó. Cantó con una
voz melodiosa, cantó como si su voy llevara la palabra música en
ella, con si gritara belleza. ¡Adivinen qué pasó! La gente alzó
la cabeza, se maravilló. Sus espíritus agitados, ya no querían que
se marchara, ahora querían oír más, querían que la ahora vieja
(diría madura, pero no pretendo ni mucho menos idealizar nuestra
terrible sociedad) con ropa de una concepción de la moda algo
anticuada, cantara y cantara y no se fuera jamás... ¡Cómo cambian
las cosas! En este ejemplo vemos claramente cómo la belleza física
está terriblemente moralizada, pero... ¿y la del arte? La belleza
del arte sí que es pura, es libre, o quizás con más posibilidades
de expresarse que la belleza física. Quizás no es libre del todo,
ya que un cuadro que muestra el cuerpo de un animal destripado,
algunos lo tacharán de grotesco (la mayoría en realidad, pero
siempre habrá un reducido número de personas que vean su belleza y
valoren el arte y el sentimiento del autor en él plasmado).
Sin embargo es cuanto menos curioso, el
hecho de lo mal que quedaría para con la sociedad, si yo critico a
alguien por su mal olor o porque me parece fea. Si lo hago yo, y de
manera grotesca, con insultos y demás groserías, me tacharán de
estúpida y maleducada. Sin embargo, luego lees lo mismo que dije,
pero en un poema de Shakespeare y ¡vaya, qué bien suena ahora!, es
tan bonito que ya quisiera yo que me llamaran fea tal como lo hace
Shakespeare. Todo depende de la belleza y el cuidado que se le ha
puesto a la creación de la obra en cuestión. No importa qué esté
diciendo, a qué se refiera o cuántos mensajes subliminales
contenga, que si lo que leemos, oímos o vemos, es bello para
nuestros sentimientos y cerebro, se convertirá en algo correcto. De
hecho, no es lo mismo que el obrero sudoroso y barrigón de turno, te
grite guapa por la calle a que lo haga Leonardo di Caprio.
¡Obviamente!
Y ya por último, no puedo acabar sin
mencionar la presión psicológica que tenemos la sociedad hoy en
día, por no alcanzar la belleza establecida.
No es moral maltratar a alguien que está
bajo tu cuidado proporcionándole menos alimentos del que necesita,
pero sí lo es obligar a alguien a que consuma menos calorías de las
que su cuerpo necesita, simplemente para llegar al peso necesario
para ser modelo de pasarela. No es correcto llamar a alguien gordo,
pero sí lo es decirle que si quiere conseguir un simple trabajo de
cara al público, sería aconsejable que perdiera unos quilitos.
¿Cuántos casos de trastorno alimenticio han aparecido por culpa del
maldito canon de belleza y su juicio de: cuánto más atractivo seas
más valdrás como persona? ¡Eso es mentira! Cuanto más atractivo
seas más gente tendrás a tu alrededor, y más cariño sentirás,
¡maquíllate! ¡Hazte cirugía plástica! ¡Implántate pecho!
¡Ponte botox, rayos uva, manicura...! Lo que sea para alcanzar la
belleza y lo que esta conlleva. Y con esta maldita idea metida a
presión por los medios de comunicación y por los señores más
poderosos, como si de una secta se tratara, dejamos de comer y nos
maltratamos psicológicamente. Es increíble cómo los días en los
que apenas como, me siento más feliz, siento que soy alguien, que
alcanzaré lo que me proponga. Que encontraré a alguien que me apoye
y no me abandone. Incluso veo las cosas más hermosas, veo el naranjo
de mi patio más verde y con maravillosas frutas, veo el cielo más
azul y armonioso. Me creo mejor persona, ¡me veo incluso más guapa!
Y todo porque sé que no comer es la vía fácil y rápida que me
llevará al objetivo del canon de belleza convencionalmente
establecido. Y los días que como mucho, me odio, me desprecio y me
repugno. Lloro y chillo de rabia porque estoy un paso más lejos de
ese odioso canon. Me veo fea, pierdo incluso valor como persona,
simplemente porque considero que no soy, ni voy a ser atractiva.
Díganme ustedes si eso no es una sobrecarga moral... Vean cuán
triste es y qué daño hace establecer un tipo de belleza que, si
inalcanzable, te transforma en un ser inútil que bien podría
desaparecer mañana del mundo, que no es bello según la sociedad; no
vale, tírenlo.
Así pues, aunque para mí la belleza
artística carece de una estricta moral, y vuela relativamente libre,
(pues en ocasiones seguimos tachando de loco al artista innovador que
propone algo que no agrada a la gente del poder), con sus más y sus
menos, no puedo hablar o escribir de igual forma de la belleza
física. Esta nos manipula, nos subordina cual amo y esclavo de
siglos pasados. Nos degrada como personas o nos sube hasta el
mismísimo cielo de la euforia. Nos dejamos calificar y nos
convertimos en jueces de los demás y, sobre todo, y muy tristemente,
de nosotros mismo. Olvidamos nuestras hazañas y capacidades y las
sustituimos por una idea de belleza como si nada más importante
hubiera. Aceptación social, ese es nuestro martirio, de la sociedad
del capitalismo, de la sociedad del consumo.
Y aún sabiendo esto, aún aceptándolo y
aunque alguno de ustedes piense en cierto modo como yo, no nos
engañemos; seguiremos con nuestros juicios y valores morales,
seguiremos juzgándolos y juzgándonos, en mayor o menor medida, en
determinadas ocasiones, en determinados contextos, días y momentos.
Francesca Abrines
Abans de res hauríem d'intentar definir el
que la bellesa és, i no és una tasca fàcil precísament. Podríem
dir que la bellesa és una qualitat que trobam en les coses, les
persones o les accions, però llavors xocam amb el subjectivisme. No
tots identificam la bellesa en les mateixes coses però així i tot,
i de manera difícilment explicable, acceptem alguns fets o objectes
com universalment bells malgrat els nostres contexts personals no
tenguin res a veure.
La bellesa pot arribar a tenir un valor moal
sempre i quan entenguem el sentir de l'estètica com un procés que
ha de ser raonat i no només captat de forma sensible. Quan afirmam
que alguna cosa és bella? Des del meu punt de vista, és quan ens
aturam a reflexionar-la quan hi podem trobar bellesa o no. Per
exemple no és el mateix veure un quadre o sentir una cançó que
mirar un quadre o escoltar una cançó. Les dues darreres impliquen
una acció conscient, una acció que passa per l'enteniment. En
moltes ocasions pero poder escoltar o mirar l'art de forma adequada,
en necessitam una introducció, tant a l'artista com a les
circumstàncies que l'envolten i l'han duit a crear aquesta peça i
no una altra.
Partint d'aquest punt i acceptant que la
bellesa va més enllà dels sentits arribaríem a plantetjar que la
moral lpot contenir bellesa igual que lletjor i igualment la bellesa
pot ser moral o inmoral. Així como es pot pensar que les coses ens
agraden perquè són belles o ben al contrari, els trobam belles
perquè ens agraden; també hauríem de pensar sobre si trobam
acceptables moralment només aquelles accions belles o si trabam
bellesa a les accions perquè són acceptables moralment.
La moralitat no ens soluciona el tema de la
bellesa, sinó que el complica encara més, ja que la moral també es
topa de ple amb la subjectivitat, segons els subjectivistes, clar.
Podem arribar a l'enunciat, poc clarificador però més o menys
acceptat per tots, que la moral ens ajuda a distinguir allò que està
bé i allò que no. Ens serà pràcticament impossible arribar a
establir un acord sobre allò que el bé és. Segons Plató l'idea de
Bé era aquella que fonamentava totes les altres i la de més difícil
accés.
Indiscutiblement la bellesa i el bé han
d'estar lligats d'alguna manera. El sentit moral i el sentit estètic
de la realitat, ambdos amb el seu subjectivisme ens guien a l'hora de
prendre decisions, sense saber massa bé quin és causa i quin
conseqüència.
Però, i tornant al tema de les
representacions artístiques, hem vist demostrat al llarg de la
història de la literatura, per exemple, que és absolutament
possible representar o presentar de forma bella actes totalment
inmorals. Per exemple, els cants on se'ns conta la caiguda de Troia
estan dotats de bellesa mentre expliquen la cara més brutal dels
humans, ni més ni menys que l'assassinat de tot un poble. Estam
d'acord, sense ser persones que troben acceptable moralment matar,
que aquests escrits són bells, agradosos, ens commouen. Per què és
això? Per què tenim la capacitat de posar bellesa en actes lletjos?
I el més important, per què ho feim?
Tal vegada perquè ens agrada jugar amb la
possibilitat de dur la bellesa més enllà dels límits morals. Dels
nostres propis límits, contestant a la pregunta inicial, sí, la
bellesa té un valor moral. Ètica i estètica es relacionen, però
relacionar-se també pot ser esquivar-se, així que és difícil
establir fins a quin punt van lligades moral i bellesa.
Podríem situar-nos a l'extrem més
subjectivista de tots i arribaríem a creure que ni bellesa ni moral
existeixen. Ambdues són realitats abstractes i arbitràries, depenen
de infinits factors i és impossible arribar a una conclusió
acertada i estable. Podria ser que cap de les dues existís, que
només fossin percepcions personals, dirigides per la societat que
d'alguna manera anam enfortint per sobreviure. Perquè si de veritat
no són reals però les pensam, ens aturam a reflexionar-hi és
perquè les necessitam.
Les necessitam perquè, com moltes altres
coses, ens ajuden en l'eterna pregunta de: per què sóc aquí i quin
sentit té la meva existència?
En algunes situacions podem dirigir la
resposta cap a la idea de que som aquí per deixar una mica més bell
el món.
Elsa Pons
L'Anna busca un angle diferent. Pot ser si
aconsegueix que el nen s'estigui quiet una estona més, la llum
dorada del capvespre es reflexi en aquests ulls enormes i tristos que
té. Només uns minuts més pensa. Segueix fent fotos ssense parar,
només per si de cas, fins que la càlida llum del sol arriba al
carreló del camp de refugiats on treballa com a corresponsal per a
una revista i dóna al petit a la cara. Molest, ell aixeca la mà per
a protegir-se els ulls, i l'Anna aprofita per a fer la foto. Amb un
clic, acaba el seu reportatge. En una setamana, com a tard, milers de
cors es fondran en veure el nen palestí, descalç, que es posa la mà
davant la cara perquè la llum del sol no li fereixi els ulls, mirant
a la càmara amba una mescla de temor, curiositat i resignació.
Aquests cors que s'han fos, también assistiran, commoguts, al
reportatge de l'interior, molts d'ells sense ser conscients que ja
han estat influits per la bellesa de la imatge, una bellesa extranya,
que desafia els cànons, però, alhora, innegable.
Aquest article serà llegit amb pena,
indignació, resignació... però, en la majoria dels casos,
aconseguirà un objectiu que va molt més enllà del simple fet
d'informar. Aconseguirà moralitzar. La moral, és el judici d'allò
que està o no està bé. Qui, si no les persones, pot emetre aquest
judici? Els humans decidim què és bo, què és dolent... ho fem
seguint uns criteris propis, que segueixen línies dubtoses, i que en
molts casos donen lloc a desavinences, però que, a nivell
individual, ens convencen. Però, d'on surten aquests criteris
seguits? D'enlloc, de tot arreu. Són bases qeu recopilem gràcies a
influències externes, experiències, o la nostra manera de ser. Aquí
és quan entra la bellesa. Per això, com l'Anna, milers de
periodistes, fotògrafs, activistes... arreu del món es passen hores
i hores buscant la foto perfecta, la millor manera de contar una
història, les paraules més belles. Tot aquest esforç per
aconseguir la bellesa, per què? Perquè la bellesa commou, i
nosaltres, com a persones deixem que les emocions ens facin de guia.
Sentim intensament, i moltes vegades és el fet de sentir el que
governa la nostra vida. Pero això aquesta recerca inacavable de la
bellesa. Perquè aquesta ens fa sentir coses bones, i, en el fons,
són aquests mateixos sentiments els que, més tard, dicten els
criteris morals.
L'ètica, com la moral, no es guia per
lleis, es guia pel propi criteri, moltes vegades cegat per aquestes
emocions. En quantes ocasions una cosa ha estat bé o no ho ha estat
depenent de la relació que es té amb qui l'ha feta? Així amb la
bellesa passa igual. Per instint, pot ser per inclinació artística,
o fins i tot per desig, la bellesa ens atreu, i ens influència de
formes que no s'haurien sospitat mai. Centenars de fotografies
capturades amb gran cura, i pensades per a acompanyar texts
destinants al nostre anàlisi en són la prova.
Les idees i opinions, presentades de forma
bella sempre influeixen més, commouen millor. I quan alguna cosa
commou, sempre es mira amb uns ulls un poc més bons, deixem que la
il·lusió enteli els nostres judicis i som un poc mmés subjectius,
més felxibles quan arriba el moment de jutjar la moralitat. Però
això fa que sigui més just? Més moral pot ser? Almenys més
justificable? No. No són pocs els filòsofs que han dubtat d'allò
que es perceb, començant per Plató, i molts altres que no deixaren
que les il·lusions (o, en aquest cas, la bellesa) influís en els
seus judicis. Així es veu que la moral és la moral, i la bellesa és
la bellesa, i són camps completament diferents.
Pel contrari, nosaltres som nosaltres, i en
el nostre interior, tot influeix més del que podriem pensar. De
manera que la bellesa no té valormoral per sí mateixa; però, si la
bellesa ens influeix i nosaltres decidim què és moral i què no, no
es podria dir que sí que en té? Si alguna cosa influeix en la
moralitat, no té llavors valor moral? O pot ser depèn? La teoria és
fàcil d'aplicar en aquests casos, la bellesa no té valor moral.
Però ens atreveriem a afirmar-ho? Com influiria llavors la foto a la
qual l'Anna li ha dedicat tanta dedicació i esforç en les persones
que la veuen? La situació seguiria semblant tan dolenta?